Una historia sencilla, llena de valores como artesanía, perseverancia, paciencia y calidad, que hemos trabajado para mantener durante más de sesenta años, con las manos llenas de cosas que unos hijos pacientes heredaron de unos padres cuidadosos.

Empezamos siendo tan solo dos panaderos, dedicando más de la mitad de nuestro tiempo a nuestra panadería, con el objetivo de ser cada vez mejores y ofrecer un pan de la máxima calidad.

Entre panaderos y pasteleros se dividió esa pequeña familia, que sigue elaborando ese pan cargado de valores y tradición, presentes también en nuestras mangas pasteleras y nuestros chocolates. Panaderos y pasteleros que trabajan duro, complementándose cada día, para ofrecer productos de calidad.

Poder ofrecer un pan con carácter ha sido siempre una prioridad en nuestra panadería, un pan que nosotros mismos juzgamos cada día, siendo exigentes, intentando así acercarnos cada vez más a ese carácter primigenio e inconfundible del pan artesano gallego.